sábado, 28 de noviembre de 2015

Soledad.


Todos estamos rodeados de personas; 
pero existen en nosotros muchos silencios, sí, 
silencios sepulcrales, silencios de alegría, 
silencios de melancolías, silencios de ira. 
Los silencios sepulcrales 
son aquellos que están presentes en una conversación aparente, 
pero su trasfondo solo son ruidos, risas, voz fuerte 
pero en lo profundo del corazón pareciera ahogarse en soledad. 

Hay soledad, soledad, parecieras que devoras al corazón, 
le hieres como suave pluma que toca la piel, 
parecieras no dañar pero lo haces quebrantar y debilitar, 
simplemente late fuerte como queriendo estallar. 
Soledad, compañera, haces recordar amigos lejanos, risas, sonrisas, sueños que ahora ya no están. 
Es tan difícil ser uno mismo entre tantas gentes 
que quizá nunca llegaras realmente a conocer y tú, 
solo tú llegas a ser mi compañera fiel. 

Estás presente en los momentos de dolor,
en la espera de un toque de la puerta, y poder abrir y escuchar:
 ¿Cómo estás? Y no esperar justificación o razón para entrar. 
Tus abrazos son fuertes y estas allí eternamente, 
dispuesta a acompañarme entre cortinas verdes, 
entre pinturas y pinceles, entre cuerdas de guitarra y sonidos melancólicos. 
Parecieras una vacío, una ausencia, invades al corazón, 
parecieras ahogar; pero aun así no matas ni congelas, 
simplemente haces sentir y logras hacer rodar lágrimas en el silencio del ser…





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